martes, 6 de diciembre de 2011

Ese mundo emocional y afectivo

Una niña de 9 años me expresaba en consulta lo siguiente:

"Me siento abatida, triste y desolada Nuria, mis padres dicen que piensan en mi, pero es falso, tan solo piensan en ellos, en sus intereses, en lo que ellos quieren, nadie me pregunta cómo estoy, cómo me siento, qué necesito, se meten en su mundo, en su internet, en sus compras, en su trabajo, en las tareas, es como una realidad paralela, ajena a la mía, no me incluyen, no me suman, no me multiplican..."

Este es el sentir de una niña, cuántos niños y niñas a lo largo de la historia, no habrán sentido este tipo de abandono y soledad emocional y afectiva.

Los niños y las niñas tienen unas necesidades naturales que es fundamental que sean atendidas por las personas adultas a su cargo, no me refiero aquí, a las necesidades de: alimentación, aseo, vestimenta, juguetes, material escolar; me refiero a esas otras necesidades de: atención, escucha, cariño, protección, límites sanos, calor, respeto, etc.
¿Cómo se hace eso?, ¿Tenemos tan poco tiempo?, ¿La vida va tan rápido?

En numerosas ocasiones observo a muchos niños y niñas satisfaciendo las necesidades e intereses de las personas adultas, ¿recuerdas?, ¿te resuena? Tú también durante una buena etapa fuiste niño o niña. Ni es bueno ni malo, ni está bien ni está mal, tan sólo ha sido y está siendo, de lo que se trata es de tomar conciencia y observar cómo te sientes.

Comentarios cómo: "No estés triste mamá, que yo te voy a cuidar", desvelan cómo un niño o niña tan pequeño/a, se responsabiliza de los sentimientos de sus padres. Es necesario estar atentos, para hacerle sentir al niño o la niña, que son ellos los que han de ser cuidados por las personas adultas y no al revés.

La persona adulta va aprendiendo a hacerse responsable de sus sentimientos y gestionar su mundo emocional. De esta forma, escucha y atiende tanto las carencias de su niño interior (carencias emocionales y afectivas que provienen del pasado, que se hacen presente ahora), como las del niño o niña que tiene a su cargo.

Como ya digo, es de vital importancia que las personas adultas aprendan a satisfacer sus carencias afectivas y emocionales, que no fueron cubiertas en la niñez. Ello no significa que no hayamos sido amados, fuimos amados, pero no como necesitábamos, lo mismo le ocurre a nuestros hijos/as o educandos, sienten que no son amados, ni tenidos en cuenta como necesitan, por esa falta de tiempo, comunicación y conexión.

Hoy la experiencia nos avala y nos confirma que es primordial atender nuestro mundo emocional y afectivo.

Lo maravilloso de todo este proceso, es que en futuras generaciones, cuando ese niño o niña se convierta en adulto/a, gracias a la labor de acompañar, escuchar y prestar atención a las necesidades del niño/a por parte de la persona adulta que le educó (madre, padre, educador, abuela, abuelo, tía, tío, cuidador, etc.) ya habrá aprendido cómo satisfacerse sus propias necesidades emocionales y afectivas, pues habrá contado con el apoyo incondicional de un adulto sano y seguro, que ha ido aprendiendo en el camino de la vida, a sanar sus propias heridas del pasado y eso le dota de herramientas, para no seguir intoxicando a otros, inconscientemente.

Quizás, a algunas personas, todo esto les suena a cuento de hadas, siento sacarles de su ensoñación, pues no se trata de que todo va a ser perfecto, con esta labor lo que estamos previniendo es el sufrimiento. Las experiencias llegarán y con ellas el dolor, la satisfacción y el aprendizaje, de lo que se trata es de convertirnos en personas más felices, conviviendo en una sociedad más equilibrada, segura y amable.

¿Desde dónde queremos educar? ¿Qué queremos transmitir a los más pequeños? ¿Cómo queremos vivir?

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